Una de las leyendas urbanas más extendidas delplaneta ha desatado el pánico en un municipio mexicano y puede marcar a fuego el nombre de McDonald's para siempre. Un señor de unos 45 años dijo haber encontrado la cabeza de un roedor en su hamburguesa de la cadena estadounidense. Después de unos cuantos bocados, se dio cuenta de que lo que había dentro no cuadraba con el menú y fue con la supuesta prueba directamente a la Fiscalía del Estado de México para presentar una denuncia.
El organismo estatal ha cerrado este lunes el establecimiento provisionalmente: "Debemos examinar si dentro del local se hallan restos que coincidan con los del cadáver del roedor o con los de cualquier otro".
Después de presentar la denuncia y de tomar declaración con la hamburguesa de rata en mano, el comensal acudió a un hospital de la Cruz Roja para que le hicieran las pruebas correspondientes, según fuentes de la Fiscalía. El diagnóstico deberá presentarlo ante las autoridades para dar credibilidad a su denuncia.
El miedo de encontrar una rata en cualquier McMenú ha provocado que las imágenes de los restos del roedor corrieran como la pólvora por las redes sociales.
La cadena estadounidense ha negado con rotundidad las acusaciones y han respondido una a una las decenas de quejas de los consumidores en Twitter. "Nuestra prioridad es la calidad y seguridad de alimentos. Hemos investigado rigurosamente y dichos hechos son totalmente falsos, fue una plantación de dicho animal", han repetido en cada comentario.
La Fiscalía y otros órganos de control sanitario, como la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), investigan si el local ha cometido un delito contra el consumo o si todo ha sido un montaje preparado por el comensal.
En abril de este año, cerraron un restaurante chino en Tijuana porque se comprobó que se estaba vendiendo carne de perro. Por estos hechos, cinco personas fueron detenidas.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
El transporte público beneficia seriamente a su salud
Puede que mientras esté usted en la parada del autobús leyendo esta noticia o apretujado en el vagón del metro, el transporte público no le parezca ningún foco de buenas noticias. Sin embargo, la ciencia le contradice porque un amplísimo estudio japonés acaba de demostrar que ir a trabajar en metro o en autobús es mucho más saludable que hacerlo en coche particular.
En las reuniones científicas que la Asociación Americana del Corazón celebra cada año, un grupo de investigadores del Centro Moriguchi de Salud en Osaka (Japón) acaba de demostrar que las personas que emplean el transporte público para ir a trabajar tienen menor riesgo de diabetes, sobrepeso e hipertensión.
Curiosamente, moverse cada día en metro o en autobús tenía incluso más ventajas que hacerlo caminando o en bicicleta, probablemente, hipotetizan los autores, por las distancias que hay que recorrer desde casa a la parada más cercana.
Hisako Tsuji y su equipo analizaron a casi 6.000 ciudadanos japoneses en el año 2012 para establecer las conclusiones que acaban de presenta en Orlando. Es cierto, admiten, que todos ellos eran japoneses (con una tasa de obesidad más reducida que los estadounidenses) y tampoco es posible determinar si los usuarios de transporte público tenían una mejor salud de base que los conductores. Sin embargo, sí sostienen que esta rutina diaria puede ser una buena manera de cumplir con los requisitos diarios de actividad física que recomiendan la mayoría de guías, y que aconsejan unos 30 minutos diarios de actividad moderada (como caminar).
En total, los usuarios de metro y autobús de Osaka tenían un 44% menos riesgo de tensión arterial elevada que los conductores, un 34% menos de diabetes y un 44% menos de posibilidades de tener sobrepeso.
Pero éste no ha sido el único estudio de esta reunión científica que demuestra cómo el entorno y nuestra relación con las ciudades puede condicionar nuestra salud. Otro trabajo canadiense con más de 1.000 personas evaluadas durante 10 años ha demostrado que vivir en un barrio en el que es fácil desplazarse andando se refleja en unas mejores cifras de tensión arterial.
Para su estudio, Maria Chiu y sus colegas del Instituto de Ciencias Clínicas de Ontario (Canadá) emplearon una especie de índice de 'caminabilidad' en el que medían lo fácil o difícil que era acceder caminando a los parques, comercios o colegios de una determinada zona de la ciudad.
Mediante los historiales de salud de los participantes, los investigadores observaron que los ciudadanos que se mudaban de una zona en la que necesitaban habitualmente el coche para su vida diaria a otra en la que podían hacer los recados cotidianos caminando se traducía en un 54% menos de hipertensión.
Los autores admiten aquí de nuevo que carecían de alguna información adicional que podría haber influido en los resultados, por ejemplo, la dieta de los participantes. Aún así, insisten en que incluir los paseos y desplazamientos andando en la vida diaria es una buena manera de cumplir con el objetivo de 150 minutos semanales de ejercicio moderado que recomiendan, entre otros, la propia Academia Americana del Corazón.
En las reuniones científicas que la Asociación Americana del Corazón celebra cada año, un grupo de investigadores del Centro Moriguchi de Salud en Osaka (Japón) acaba de demostrar que las personas que emplean el transporte público para ir a trabajar tienen menor riesgo de diabetes, sobrepeso e hipertensión.
Curiosamente, moverse cada día en metro o en autobús tenía incluso más ventajas que hacerlo caminando o en bicicleta, probablemente, hipotetizan los autores, por las distancias que hay que recorrer desde casa a la parada más cercana.
Hisako Tsuji y su equipo analizaron a casi 6.000 ciudadanos japoneses en el año 2012 para establecer las conclusiones que acaban de presenta en Orlando. Es cierto, admiten, que todos ellos eran japoneses (con una tasa de obesidad más reducida que los estadounidenses) y tampoco es posible determinar si los usuarios de transporte público tenían una mejor salud de base que los conductores. Sin embargo, sí sostienen que esta rutina diaria puede ser una buena manera de cumplir con los requisitos diarios de actividad física que recomiendan la mayoría de guías, y que aconsejan unos 30 minutos diarios de actividad moderada (como caminar).
En total, los usuarios de metro y autobús de Osaka tenían un 44% menos riesgo de tensión arterial elevada que los conductores, un 34% menos de diabetes y un 44% menos de posibilidades de tener sobrepeso.
Pero éste no ha sido el único estudio de esta reunión científica que demuestra cómo el entorno y nuestra relación con las ciudades puede condicionar nuestra salud. Otro trabajo canadiense con más de 1.000 personas evaluadas durante 10 años ha demostrado que vivir en un barrio en el que es fácil desplazarse andando se refleja en unas mejores cifras de tensión arterial.
Para su estudio, Maria Chiu y sus colegas del Instituto de Ciencias Clínicas de Ontario (Canadá) emplearon una especie de índice de 'caminabilidad' en el que medían lo fácil o difícil que era acceder caminando a los parques, comercios o colegios de una determinada zona de la ciudad.
Mediante los historiales de salud de los participantes, los investigadores observaron que los ciudadanos que se mudaban de una zona en la que necesitaban habitualmente el coche para su vida diaria a otra en la que podían hacer los recados cotidianos caminando se traducía en un 54% menos de hipertensión.
Los autores admiten aquí de nuevo que carecían de alguna información adicional que podría haber influido en los resultados, por ejemplo, la dieta de los participantes. Aún así, insisten en que incluir los paseos y desplazamientos andando en la vida diaria es una buena manera de cumplir con el objetivo de 150 minutos semanales de ejercicio moderado que recomiendan, entre otros, la propia Academia Americana del Corazón.
Dos razones hacen que la gente vaya al trabajo aunque esté enferma
En una oficina cualquiera, hay personas realizando su trabajo con normalidad, mientras otras están en casa enfermas. Luego, hay una tercera categoría, la denominada 'presentista', que va a trabajar siempre aunque no se encuentre bien.
Un estudio, publicado en Journal of Occupational Health Psychology, intenta ahora desentrañar las razones y presiones que llevan a la gente a hacer esto, ya que existen consecuencias evidentes tanto para la salud pública (especialmente durante periodos como la temporada de gripe) como para las empresas, que quieren obtener el máximo rendimiento de sus trabajadores.
El estudio indica que hay dos tipos diferentes de empleados que van a trabajar pese a encontrarse mal: por un lado, los que se sienten vulnerables porque su situación económica y profesional les provoca estrés, o porque sufren una enfermedad crónica; y, por otro, aquellos a los que les gusta mucho su trabajo y les resulta difícil mantenerse alejados de él.
“Trabajar mientras se está mal puede agravar los efectos de la enfermedad inicial y dar como resultado malas actitudes en el trabajo. Pero las posibles consecuencias de ausentarse propician que los empleados vayan a trabajar enfermos o que regresen antes de estar totalmente recuperados”, señala Mariella Miraglia, autora principal de la investigación.
Con el objetivo de entender mejor el presentismo laboral, los investigadores Mariella Miraglia de la Universidad de East Anglia (Reino Unido) y Gary Johns de la Universidad de Concordia (Canadá) han llevado a cabo un metaanálisis de 61 estudios anteriores con un total de 175.960 participantes.
Entre otras cosas, el dúo de investigadores descubrió que las variables correlacionadas con el presentismo “incluyen la mala salud en general y la severidad de la empresa respecto a las ausencias, aunque estén justificadas. También una exigencia alta, el estrés, la falta de recursos laborales y experiencias negativas, como la discriminación percibida".
Uno de los hallazgos clave de la investigación es que este comportamiento surge muchas veces de un gran sentido de compromiso con la empresa, algo que motiva a dar ese esfuerzo extra que atenta contra la salud.
El trabajo también señala que los empleados que están en un ambiente laboral de apoyo y con buena relación con sus supervisores, no se siente presionados para ir al trabajo durante una enfermedad. Además, están más satisfechos laboralmente y tienen mejor salud.
domingo, 1 de noviembre de 2015
El 30% de los cánceres están inducidos por la alimentación
El cúmulo de errores y mutaciones celulares que causan un cáncer no tiene un único factor impulsor. La sociedad occidental está considerada una «sociedad de riesgo», expuesta a múltiples factores inductores del cáncer. La acumulación y frecuencia con que cada individuo los afronta determinarían su estado de salud. Los investigadores explican, a partir de consensuados estudios con más de 15 años de trayectoria, que más del 25% de los cánceres -en especial, los de colon y recto, y estómago- tienen como primer desencadenante lo que comemos, la forma en que el ser humano se alimenta en función de su cultura y la oferta agrícola o ganadera del país donde vive. «Se calcula que hasta el 30% de los cánceres están vinculados a la alimentación», asegura Carlos Alberto González, epidemiólogo adscrito a la unidad de nutrición y cáncer del Institut Català d'Oncolo-gia (ICO). Otro 60% de los tumores se atribuyen al cúmulo de circunstancias ambientales, laborales y sociales que condicionan a cada individuo -capítulo que incluye la obesidad, considerada un factor de riesgo-, y el 10% restante se asocian a mutaciones genéticas heredadas.
El factor nutricional del cáncer es tal vez el más investigado. Las conclusiones del estudio sobre las carnes rojas y procesadas difundido el lunes por la OMS ni son nuevas ni están en discusión, advierte González, aunque científicos y políticos coinciden en la necesidad de situarlas donde merecen. «La carne magra, incluida la roja, es necesaria para el cuerpo humano por las vitaminas B y el hierro que aporta, pero no es conveniente tomarla más de dos o tres veces por semana», indica Carme Cabezas, subdirectora de Promoció de la Salut de la Generalitat.
Consumida a diario o con mayor frecuencia que la indicada, esta carne se convierte en un riesgo de cáncer, indica el estudio de la OMS. Y lo mismo sucede, pero con una peligrosidad muy incrementada, al consumir embutidos y jamón cocido, no así con el serrano o ibérico.
Los aditivos, conservantes, colorantes, espesantes y estabilizantes que contienen casi todos los productos no frescos, menos los cereales empaquetados, constituyen otro factor, controvertido, que relaciona cáncer y dieta. Los más cuestionados son los nitritos de ciertos embutidos. En EEUU, y en menor medida en Europa, avanza la corriente que propone seguir una alimentación que evite los productos procesados, desde el azúcar refinado hasta los yogures no artesanos y todos los envasados. Esta dieta, que en principio mantendría alejado el cáncer, no elimina el consumo de carne roja, siempre que sea de procedencia «biológica», de animales no hormonados ni tratados con antibióticos.
El riesgo cancerígeno de la carne de vacuno, roja, no surge del tratamiento a que se somete al animal, sino del pigmento que las enrojece, la miohemoglobina, explica el epidemiólogo del ICO. «Es una molécula de hierro orgánico que produce nitrosaminas, compuesto químico que se asocia con el cáncer colorrectal-afirma González-. Las nitrosaminas se unen al ADN de las células humanas e inducen mutaciones que acaban desarrollando el tumor». Los alimentos con más nitrosaminas, prosigue, son el baicon y las salchichas de frankfurt, seguidos de las carnes cocinadas sobre brasas -que desprenden hidrocarburos y aminas- y el jamón cocido, cuya salazón irrita la mucosa intestinal. «El jamón serrano no contiene nitrosaminas», asegura.
La conocida defensa médica de la alimentación mediterránea, que incluye tomar a diario fruta, verduras, frutos secos y cereales, más pescado y aceite de oliva, tiene una base científica tan sólida como todo lo anterior: se ha comprobado que las dietas en que abundan frutas y verduras ricas en vitamina C y las que contienen vitamina E (almendras, avellanas, aguacate o sésamo, entre otros) inhiben la formación de nitrosaminas. «Un estudio del ICO demostró que el consumo de alimentos ricos en vitaminas C o E suprime el efecto de las nitrosaminas en la sangre y frena el cáncer», afirma González.
Apuntan un nuevo marcador que podría influir en la migraña episódica
Los niveles totales de ceramidas podrían estar reducidos en las mujeres con migraña episódica, mientras que los niveles de otro tipo de lípido, la esfingomielina, podrían estar incrementados en estas pacientes, según un estudio publicado la semana pasada en la revista Neurology, coincidiendo con el Día Internacional contra la Migraña.
La episodica es la migraña que produce dolor de cabeza menos de 15 días al mes. El sobrepeso, la depresión, los trastornos de sueño y, sobre todo, la automedicación y la falta de diagnóstico y tratamiento son principales factores que cronifican la migraña. Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), cada año, un 3% de los pacientes con migraña episódica pasa a padecer migraña crónica y un 6% pasa de una migraña episódica de baja frecuencia a una de alta frecuencia.
Por ello, la migraña crónica podría considerarse el siguiente paso en la enfermedad. La línea entre episódica y crónica es delgada, según indica a CF Patricia Pozo, coordinadora del Grupo de Estudios de Cefaleas de la SEN. "Entre los episódicos hay pacientes que ya empiezan a acercarse más a los crónicos. Los tratamientos para estos dos tipos de migraña no difieren mucho, puesto que las terapias preventivas lo que intentan es reducir la frecuencia, duración e intensidad del dolor".
Los autores del estudio de Neurology incluyeron a 88 mujeres (52 con migraña episódica y 36 controles sin dolores de cabeza). La media de edad de las pacientes con este tipo de migraña fue 33,4 años. La frecuencia media de dolores de cabeza al mes fue de 5,6 días.
Según Cristina Alarcón, del Servicio de Neurología del Instituto de Neurociencias Avanzadas de Madrid, los investigadores "han observado que en pacientes con migraña episódica parece existir una alteración en los niveles en sangre de unos determinados lípidos, de los cuales ya se conocía su intervención en vías o circuitos del dolor y la inflamación. Este descubrimiento aporta nuevos conocimientos que nos ayudan a entender mejor uno de los múltiples mecanismos que hacen que se desarrolle la migraña, y abre as puertas al estudio de dianas terapéuticas para hallar fármacos específicos".
En la investigación en migraña en general se están estudiando las adipokinas, "unas enzimas que intervienen en el metabolismo de los esfingolípidos, que son las grasas analizadas en el estudio de Neurology y pueden, por tanto, estar relacionadas en la alteración de los niveles serios de dichos lípidos en los pacientes con migraña", indica Alarcón. Sin embargo, reconoce que hay que ser muy cautos al interpretarlo. Este trabajo ha sido realizado exclusivamente en mujeres y en un número bajo. Los resultados deben ser confirmados en otros estudios.
Medidas para evitar crisis
"El cerebro migrañas reacciona cuando hay cambios inesperados de tipo endógeno (hormonas, hidratación, frecuencia cardiaca...) y exógeno (luz, temperatura y ruido)", explica Pozo. Por eso, "lo que se aconseja es seguir rutinas, como comer a la misma hora, de manera relajada y sin excesos".
En esta idea ahonda Alarcón, al explicar que "recomendamos mantener hábitos de vida saludables, haciendo hincapié en una alimentación equilibrada y sin grandes restricciones y una buena higiene del sueño e intentar evitar tóxicos como alcohol o tabaco. El ejercicio físico habitual también ayuda a reducir las crisis de migraña, al regular el estrés". El paciente debe acudir con regularidad al neurólogo para llevar un control de su migraña y aprender a hacer un uso adecuado de los analgésicos, "ya que muchos derivan en la forma crónica por abuso o mal uso".
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