lunes, 28 de septiembre de 2015

La NASA halla nuevas pruebas de agua líquida en Marte

Las imágenes aéreas tomadas de Marte se parecen mucho a las de la Tierra. Uno de los accidentes más interesantes son unas estrías en el terreno que se precipitan colina abajo y que intuitivamente parecen cauces de agua. Estos cursos aparecen y desaparecen del terreno, lo que refuerza la idea de que sea el agua estacional la que los forme. Pero de la intuición a la realidad hay un enorme paso y hasta el momento no se ha podido demostrar que esas grietas se deban realmente al agua líquida, cuya existencia sería clave para la posibilidad de que haya vida en el planeta rojo.
Hoy se publica un nuevo estudio que aporta importantes pruebas para afirmar que en estas formaciones de Marte hay agua líquida, muy probablemente salada. Los responsables del trabajo, publicado en Nature Geoscience, han analizado píxel a píxel las imágenes del planeta tomadas por la sonda MRO de la NASA. Hasta ahora, el problema con estos accidentes geográficos es que tienen solo unos pocos metros de ancho, muy cerca del límite de detección de las cámaras a bordo de la MRO.
Los datos se presentan hoy durante una conferencia de prensa organizada por la NASA y en la que anunciaba “la resolución del misterio de Marte”. No hace falta ser un experto en astrobiología para juzgar lo cerca o lo lejos que se quedan los resultados de las expectativas.
El nuevo trabajo se centra en los datos tomados por CRISM, un espectrómetro de imagen que permite identificar los minerales y otros compuestos que hay en la superficie marciana. El equipo ha desarrollado su propia técnica para poder analizar las variaciones que hay dentro de cada píxel en las imágenes del MRO y así analizar en detalle la diferente composición de los canales comparado con el terreno circundante. El trabajo se ha centrado en los cráteres Palikir, Hale y Horowitz y el Coprates Chasma, todos en el hemisferio sur del planeta y todos conocidos por estas formaciones.
Los resultados muestran la presencia de sales hidratadas. Las sales permiten que el agua permanezca líquida a temperaturas más bajas. En abril, otro estudio del equipo científico a cargo del robot Curiosity ya había señalado que en el cráter Gale se puede formar agua líquida gracias a un tipo de sales conocidas como percloratos. Siguiendo la misma línea, los responsables del nuevo estudio explican que la presencia de percloratos y cloratos probablemente implica que se forma agua líquida y que esta arrastra los minerales corriente abajo. El agua se formaría en las estaciones más cálidas y estaría en forma de salmueras, la misma mezcla de agua y sales que proponía en equipo del Curiosity.

En busca de vida

Estos datos “fortalecen la hipótesis” de que en algunas pendientes de terreno donde se dan temperaturas altas se “está produciendo agua líquida en el Marte contemporáneo”, señalan los autores del nuevo trabajo. El estudio, cuyo primer firmante es Lujendra Ojha, del Instituto Tecnológico de Georgia (EE UU) y en el que han participado investigadores de la NASA, menciona que en el desierto de Atacama (Chile), un análogo de Marte en la Tierra, la presencia de sales permiten la existencia de comunidades microbianas. Advierten, eso sí, de que en los terrenos analizados de Marte la actividad de las soluciones salinas puede ser demasiado débil como para sustentar vida.
“Este artículo apoya los planteamientos sobre un Marte geológicamente vivo con posible actividad acuosa actual que generaría una escorrentía efímera de estas salmueras, tal vez relacionada con un posible ciclo hidrológico”, opina Jesús Martínez-Frías, investigador del Instituto de Geociencias (CSIC-UCM) y miembro del equipo científico de la misión NASA-MSL (rover Curiosity). Los resultados también son importantes para el estudio de la “habitabilidad de Marte”, resalta. “En la superficie de Marte las condiciones son muy hostiles para la vida , pero estos nuevos datos sobre la posible existencia de agua líquida actual subsuperficial respaldan que la habitabilidad es mucho más favorable bajo el regolito marciano, que es donde habrá que concentrar los esfuerzos futuros en la búsqueda de vida”, opina.

Disminución reciente de fitoplancton marino en el hemisferio norte

Las aguas marítimas del hemisferio norte han experimentado descensos notables en ciertos tipos de vida vegetal microscópica, en la base de la cadena alimentaria marina, según un nuevo estudio llevado a cabo por el equipo de la oceanógrafa Cecile Rousseaux, de la USRA (Universities Space Research Association), y del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA, en Greenbelt, Maryland, Estados Unidos.
Las diatomeas, el tipo más grande de algas de fitoplancton, han disminuido más de un 1 por ciento anual desde 1998 hasta 2012 globalmente, con pérdidas notables acaecidas en el Pacífico Norte, el Índico Norte y el Índico Ecuatorial. La reducción en la población podría disminuir la cantidad de dióxido de carbono extraído de la atmósfera y transferido hasta las profundidades marinas donde queda almacenado a largo plazo.
El fitoplancton necesita dióxido de carbono (CO2) para la fotosíntesis, exactamente como los árboles. El dióxido de carbono de la atmósfera se disuelve en agua marina fría. Durante una proliferación masiva de fitoplancton, que puede extenderse a lo largo de cientos de kilómetros y ser vista desde el espacio, los diminutos organismos toman el CO2 disuelto y lo convierten en carbono orgánico, una forma que los animales pueden utilizar como alimento para nutrirse y crecer. Ello constituye la base esencial de la red alimentaria marina. Después, cuando la célula de fitoplancton muere, se hunde hasta el fondo marino, llevándose con ella el carbono en su cuerpo.
Dado que son más grandes que otros tipos de fitoplancton, las diatomeas, cuando mueren, pueden hundirse más rápidamente que los ejemplares de tipos con estructura más pequeña. Una porción circulará de regreso a la superficie debido a las corrientes oceánicas, y, como fertilizante, alimentará otra proliferación de fitoplancton. Pero el resto se depositará en el fondo marino, kilómetros más abajo, donde se acumulará en el sedimento y será almacenado durante miles o millones de años. El proceso es una de las opciones de almacenamiento a largo plazo para el carbono retirado de la atmósfera.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Modificaciones artificiales en virus que los convierten en armas antibacterianas para combatir infecciones

En la búsqueda de nuevas formas de matar bacterias dañinas, bastantes grupos de científicos están recurriendo a un depredador natural de estas: virus que infectan bacterias. Realizando los ajustes adecuados en el genoma de estos virus, conocidos como bacteriófagos, los investigadores esperan adaptarlos para que ataquen selectivamente a las clases de bacterias patógenas escogidas como blancos de ataque.
Para ayudar a lograr este objetivo, unos ingenieros biológicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) de Estados Unidos, encabezados por Timothy Lu, profesor de ingeniería electrónica y ciencias de la computación, así como de ingeniería biológica, han ideado un nuevo sistema para modificar genéticamente virus, con miras a usarlos en ataques selectivos contra bacterias nocivas. Esta estrategia podría generar nuevas armas contra bacterias para las cuales no existen antibióticos efectivos.
Estos bacteriófagos modificados están diseñados de una forma que es bastante modular. Es factible sacar genes y recolocarlos de manera que el virus resultante siga siendo funcional pero tenga nuevas propiedades.
En experimentos recientes, los investigadores modificaron virus capacitándolos para atacar de manera selectiva y contundente a las bacterias patógenas Yersinia y Klebsiella, así como a varias cepas de E. coli. Todas forman parte de un grupo conocido como bacterias gram negativas, contra las cuales hay pocos antibióticos nuevos. Este grupo incluye asimismo microbios que pueden causar infecciones respiratorias, urinarias y gastrointestinales, incluyendo neumonía, sepsis, gastritis y legionelosis.
Una ventaja de los virus modificados es que, a diferencia de muchos antibióticos, son muy específicos con respecto a sus blancos de ataque. Los antibióticos pueden matar mucha de la flora bacteriana beneficiosa de nuestro intestino. En cambio, mediante virus, es factible aniquilar solo a bacterias muy específicas.
Estos virus bacteriófagos podrían también ser utilizados para “editar” comunidades microbianas, como la población de bacterias que vive en el intestino humano. Existen billones de células bacterianas en el tracto digestivo humano, y si bien muchas de estas son beneficiosas, algunas pueden causar enfermedades. Por ejemplo, algunos informes han relacionado la enfermedad de Crohn con la presencia de ciertas cepas de E. coli. Sería muy útil, en experimentos, poder eliminar miembros específicos de la población bacteriana y ver qué sucede, deduciendo así cuál es su función en el microbioma. A más largo plazo, puede ser viable diseñar un virus específico que extermine a un miembro demasiado peligroso de la población bacteriana pero que no mate a los otros, aunque se necesita más información sobre el microbioma para diseñar tales terapias de manera efectiva.

¿Cuándo comenzó a manifestarse el calentamiento global?

Hoy en día, tenemos a nuestro alrededor muchas indicaciones de que hay un cambio climático global en marcha, pero ¿cuándo comenzaron a aparecer las primeras? Al principio, pasaron desapercibidas, y ahora unos investigadores han determinado por vez primera de manera bastante inequívoca cuándo y dónde aparecieron las primeras señales claras de calentamiento global en el registro de temperaturas, y dónde y cuándo aparecerán señales análogas pero en el registro de pluviosidad, manifestadas en forma de episodios de lluvia extrema.
El equipo de Andrew King, del Centro de Excelencia para la Ciencia del Sistema Climático, dependiente del Consejo de Investigación Australiano (ARC, por sus siglas en inglés), ha determinado la existencia de signos claros de calentamiento global en los trópicos durante la década de 1960, mientras que en partes de Australia, Sudeste de Asia y África fueron visibles tan pronto como en los años 40.
Más cerca de los polos, la aparición del cambio climático en el registro de temperaturas se produjo más tarde. En cualquier caso, en el periodo 1980-2000 dicho registro en la mayoría de las regiones del planeta ya estaba mostrando señales claras de calentamiento global.
Una de las pocas excepciones a esta clara aparición de señales de calentamiento global se encontró en amplias zonas del territorio continental de Estados Unidos, en particular en la costa este y hacia el norte a través de los estados centrales. Estas regiones no han manifestado aún señales obvias de calentamiento según los modelos, pero se prevé que aparezcan en la próxima década.
Si bien los registros de temperatura analizados mostraban por regla general indicaciones claras de calentamiento global, los episodios de lluvia extrema aún no han dejado su marca de manera inequívoca. Los modelos mostraron un incremento general en las lluvias extremas pero aún demasiado leve como para destacarse de manera inequívoca por encima de lo que cabe esperar de la variabilidad natural.
Los autores del estudio creen que los primeros episodios de grandes precipitaciones identificables claramente como manifestaciones del cambio climático global aparecerán durante los inviernos en Rusia, Canadá y el norte de Europa a lo largo de los próximos 10 a 30 años.

Descodifican el genoma de un “fósil viviente”

Se ha logrado descodificar el primer genoma de un braquiópodo del género Lingula, de un ejemplar de la especie Lingula anatina recogido en aguas próximas a la isla de Amami, Japón, y los resultados de un análisis de los más de 34.000 genes que constituyen el genoma del L. anatina revelan que a pesar de la reputación de “fósil viviente” que tienen los miembros del género Lingula, su genoma está evolucionando activamente.
El trabajo es obra de un grupo de científicos del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa (OIST), la Universidad de Nagoya y la de Tokio, todas estas instituciones en Japón.
Desde hace unos 500 millones de años hasta hace 250 millones, los braquiópodos, también conocidos como "conchas-lámpara", eran abundantes en los océanos de la Tierra. Hoy, estas criaturas provistas de concha que superficialmente parecen almejas, raramente se encuentran, perdurando sobre todo en hábitats ocultos y en ciertas regiones subpolares de los océanos. Pero el registro fósil, generalmente dotado de braquiópodos de formas diversas, ofrece un testimonio impresionante de la gloria pasada de estos animales.
Los braquiópodos representan uno de los primeros ejemplos conocidos de biomineralización animal, un proceso por el cual organismos vivos fortalecen o endurecen sus tejidos con minerales. Los fósiles más antiguos descubiertos de braquiópodos datan del período Cámbrico temprano, hace aproximadamente 520 millones de años. Los braquiópodos se extendieron rápidamente por todo el mundo y dominaron los mares durante la era Paleozoica y, gracias a sus conchas mineralizadas, dejaron abundantes fósiles.
Los braquiópodos del género Lingula han cambiado tan poco en apariencia desde el período Silúrico (hace entre 443 y 419 millones de años) que Charles Darwin se refirió a ellos como “fósiles vivientes”. Este término induce a la gente a menudo a creer equivocadamente que estos animales ya no evolucionan, algo que el actual estudio ha desmentido de manera inequívoca.

martes, 8 de septiembre de 2015

España arde un 54,2% más

Los incendios forestales dieron una tregua al monte español en 2013 y 2014, especialmente por las benignas condiciones meteorológicas, pero este 2015 amenaza con convertirse en uno de los más devastadores de los últimos años. Con un mes de julio que ha sido el más caluroso desde que se tienen registros, junto a los fuegos intencionados y la situación de abandono de los montes, el número de hectáreas quemadas ha aumentado un 54% respecto al año pasado y ya superan las 65.000.
Los últimos datos oficiales que existen son del pasado 23 de agosto, cuando el Ministerio de Agricultura cifró en 2.500 los incendios registrados y 65.000 las hectáreas calcinadas. Aún así, 2015 será el quinto año más negro del decenio y casi supone la suma de las hectáreas quemadas los dos años anteriores, 42.000 en 2014 y 33.000 en 2013. Un mal dato aunque muy lejos de las cifras de 2012, un año fatídico para los montes españoles con 182.500 hectáreas quemadas.
Realizando la comparación, el terreno que ha ardido en lo que llevamos de 2015 equivale aproximadamente a la superficie de las ciudades de Madrid (605,77 km2) y Bilbao (40,65 km2). En estos datos no se contabilizan los últimos incendios, como el que se inició el domingo en Cualedro (Orense) y permanece activo aunque controlado, y el de la zona vinícola de Montsant (Tarragona).
Lourdes Hernández, portavoz de incendios forestales del Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF por sus siglas en inglés, señalaba este pasado fin de semana en EL MUNDO los tres motivos de este crecimiento descontrolado: "La meteorología, el elevado índice de intencionalidad e imprudencias y el abandono generalizado de los montes".
Este cúmulo de circunstancias ha provocado que, por el momento, 2015 sea el quinto peor año a estas alturas en cuanto a terreno calcinado. La media desde 2005, y hasta el 23 de agosto de cada año, se sitúa en unas 83.000 hectáreas. Además, a pesar de que el número de grandes incendios se ha duplicado con respecto al año pasado (13 en 2015 y 6 en 2014) este año se sitúa muy por debajo de la media del decenio (20).
Según la Agencia Estatal de Meteorología, Aemet, julio ha sido el mes más caluroso registrado en España en toda la serie histórica. "El riesgo meteorológico se basa en tres pilares: la temperatura, la humedad relativa del aire y las precipitaciones de los últimos días", explicaba Antonio Mestre, jefe del área de Climatología de Aemet, a EL MUNDO con motivo de los incendios registrados en Extremadura a principios de agosto.
"2013 y 2014 tuvieron unas condiciones meteorológicas especialmente benignas durante la primavera y verano de ambas campañas", apuntaba Hernández en declaraciones para este periódico.
En la zona noroeste del país (Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Zamora y León) es donde se han producido hasta la fecha el 46% de los incendios, según los datos ofrecidos por el Ministerio. Es precisamente en estas regiones donde existe una mayor tradición de quemas agrícolas y ganaderas.
Según WWF, el 55% de los incendios son intencionados y de ellos casi un 43% se deben a la actividad agrícola y un 26% a la ganadera.
Hernández descartó que se estén provocando incendios para lograr una modificación en el uso del suelo, ya que aseguró que "apenas suponen el 0,6%" del total.
En cuanto al tipo de superficie calcinada en lo que llevamos de año, alrededor de 34.000 hectáreas eran matorral y monte abierto, 24.500 superficie arbolada y 6.500 pastos y dehesas. Los incendios han quemado el 0,2% del territorio nacional en este 2015.

El coste de la electricidad de fusión nuclear no será mayor que el de la generada por fisión

Las centrales nucleares de fusión nuclear, aún en fase de desarrollo, carecen de la peligrosidad inherente a las de fisión nuclear, la clase a la que pertenecen todas las centrales nucleares actuales. Mientras que los reactores de fisión nuclear producen residuos nucleares que pueden tardar miles de años en dejar de tener niveles peligrosos de radiactividad, eso no ocurre en los de fusión. Con esta, no existe el riesgo de catástrofes nucleares como las de Fukushima Daiichi o Chernóbil.
La fusión nuclear, el proceso que proporciona su energía al Sol, consiste en la fusión entre núcleos de átomos, creando un elemento químico diferente y liberando energía. Es el proceso opuesto de la fisión nuclear, donde un núcleo atómico se fragmenta en trozos que pasan a ser núcleos de otros elementos químicos. A diferencia de los combustibles nucleares para las centrales de fisión, los necesarios para las de fusión son virtualmente inagotables, ya que estos, el deuterio, o “agua pesada”, que se extrae del agua marina, y el tritio, que se crea dentro del reactor, están disponibles muchísimo más amplia y fácilmente que el uranio y otros.
En definitiva, la energía de fusión ofrece la atractiva posibilidad de una energía limpia, sostenible y casi ilimitada. Pero ¿puede ser una opción económicamente viable? El coste de la electricidad que se genere con ella, ¿superará al de la producida con la fisión nuclear?
En una nueva investigación, el equipo del profesor Damian Hampshire, de la Universidad de Durham en el Reino Unido, ha buscado respuestas sólidas para esas cruciales preguntas.
El equipo ha calculado el coste de construir, mantener en servicio y desmantelar una central energética de fusión y lo ha comparado con el de las actuales centrales de energía nuclear de fisión.
Su conclusión es que una central de energía de fusión podría generar electricidad a un precio similar al de una central de fisión.
A esta buena perspectiva del precio del suministro eléctrico, y a la ausencia de la amenaza impuesta por los elementos radiactivos que tantos problemas han causado en la fisión nuclear, hay que añadirle el hecho de que con el funcionamiento de las centrales de fusión nuclear no se podrán obtener materiales aptos para armamento nuclear, cosa que sí puede suceder con centrales de fisión nuclear.
Un reactor de fusión nuclear de prueba, el Reactor Termonuclear Experimental Internacional (ITER, por sus siglas en inglés), está a unos 10 años de entrar en funcionamiento en el sur de Francia. Su objetivo es demostrar la viabilidad científica y tecnológica de la energía de fusión.

Los vascos proceden de los primeros agricultores de la Península

Las prácticas agrícolas y ganaderas se originaron hace unos 11.000 años en el llamado Creciente Fértil (suroeste de Asia) y a partir de entonces se expandió a Europa. Hace 7.500 años había alcanzado la mayor parte del centro del continente y se extendió luego a Escandinavia, Reino Unido e Irlanda, y a toda la vertiente atlántica.
Sin embargo, aún se desconoce si la expansión de estas prácticas culturales y tecnológicas se dio por medio de la difusión de ideas o a través de la migración de grupos de agricultores que fueron ocupando cada vez más territorio. Ahora, un equipo internacional, liderado por la Universidad de Uppsala (Suecia) y que cuenta con la colaboración de varios centros españoles, arroja luz sobre las migraciones de estos primeros agricultores a la península ibérica.
La secuenciación del genoma de ocho individuos –que vivieron hace entre 3.500 y 5.500 años–, cuyos restos (costillas, fémures, vértebras y dientes) fueron hallados en el Yacimiento de El Portalón de la Cueva Mayor de Atapuerca (Burgos), confirma que la agricultura llegó a la península ibérica de la mano de los mismos grupos humanos que emigraron hacia el norte y centro de Europa desde Oriente Próximo, y que estos agricultores se mezclaron con grupos de cazadores y recolectores locales, un proceso que se prolongó por lo menos durante 2.000 años.
El estudio, publicado en la revista PNAS, permite “reconstruir la historia genética de la península ibérica de uno de los periodos más importantes en la historia humana (los comienzos de la agricultura) y la formación de sociedades más complejas que dio lugar al mundo como lo conocemos en la actualidad”, explica a Sinc Cristina Valdiosera, investigadora del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos y una de las autoras principales del estudio.
Pero, a pesar de presentar similitudes con otros agricultores europeos, esta población ibérica tiene ciertas particularidades: “Los agricultores de la Edad del Cobre y la Edad del Bronce eran intolerantes a la lactosa al igual que los cazadores recolectores del Mesolítico que habitaban en la Península; sin embargo, a diferencia de estos, tenían la piel más clara y el color de sus ojos era más oscuro”, detalla Valdiosera, también investigadora en la universidad sueca.
Los investigadores analizaron además el parecido genético de las poblaciones agricultoras y ganaderas de la cueva de Atapuerca con todas las poblaciones actuales de la región y concluyeron que la población con mayor similitud genética con los individuos del yacimiento del Portalón son los vascos.
“Los vascos se han considerado siempre como una singularidad europea, no solo por su idioma único, que no parece tener relación con las lenguas del grupo indoeuropeo, sino también por su genética”, dice Juan Luis Arsuaga, director del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos y director Científico del Museo de la Evolución Humana de Burgos, y uno de los autores del trabajo.
Por todo ello, los expertos han llegado a considerar que los vascos descienden de una población antigua con origen en el Mesolítico, es decir, se ha sugerido que los vascos representan una continuidad de casi 10.000 años a partir de una población local.
“En el estudio, vemos que es verdad que tienen una continuidad de varios miles de años, pero a diferencia de lo que se pensaba, esta continuidad existe desde hace por lo menos 5.000 años y que por tanto su origen no es tan antiguo sino que está con los primeros agricultores de la península ibérica”, añade la investigadora.
A pesar de ello, “no son demasiado distintos al resto de las poblaciones ibéricas, lo que marca la diferencia entre ellos es que, a diferencia de los vascos, estas presentan en su composición genética influencia de poblaciones del Cáucaso, Asia central y norte de África”, indica a Sinc Valdiosera quien explica que estas influencias sucedieron en épocas mucho más recientes, posiblemente a partir de la Edad del bronce.
Esto implica los vascos han permanecido “relativamente aislados desde hace unos 5.000 años”, concluye José Miguel Carretero, profesor de la Universidad de Burgos, y otro de los autores.

Medir la calidad del aire que respira ya está al alcance de su móvil

La ciencia atmosférica, al alcance de su mano. Desde el 15 de septiembre hasta el 15 de octubre, miles de ciudadanos europeos podrán comprobar por sí mismos cuáles son los niveles de contaminación del aire que respiran en sus calles, plazas y parques. Lo harán a través de su teléfono, con el apoyo de una aplicación gratuita para el móvil y un dispositivo que se distribuirá a través de una campaña europea en la que también participa la ciudad de Barcelona. 
La iniciativa, organizada por el Instituo de Ciencias Fotónicas (ICFO) en colaboración con el Centro de Investigación de Epidemiología Ambiental (CREAL) de la Ciudad Condal pretende hacer partícipes a los ciudadanos de un sencillo experimento para el que sólo necesitan instalar una aplicación en su móvil y acudir a un punto de observación para adosarle un sencillo medidor. 
Gracias a este espectropolarímetro en miniatura incorporado en el smartphone, bastará con apuntar al cielo para medir unas partículas pequeñas de contaminación llamadas aerosoles, que se dispersan en la luz solar. Este experimento científico (LIGHT2015) se está desarrollando también en París, Londres, Manchester, Milán, Roma, Berlín, Copenhague, Belgrado y Atenas.
Los cuatro puntos donde los ciudadanos interesados podrán recoger sus medidores están situados en Collserola, Diagonal, Barceloneta y Montjuic, zonas habituales de práctica de deporte al aire libre. Y como explican los organizadores, con los datos obtenidos, se pretende trazar un mapa de la contaminación ambiental de las ciudades participantes.
Proyectos como éste ayudan a tomar conciencia sobre un problema de gran magnitud : la contaminación, que no sólo golpea al medio ambiente, también a la salud. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertía el pasado mes de abril que más del 90% de la población europea está expuesta a niveles de partículas finas en el aire (las que más profundamente penetran en el sistema respiratorio) superiores a las directrices de calidad que fija la propia OMS.
sto, según el mismo organismo internacional, se tradujo en 2012 en cerca de 482.000 muertes prematuras por cáncer de pulmón, enfermedades respiratorias y cardiovasculares. A ellas habría que sumar otras 117.000 adicionales como consecuencia de la contaminación del aire interior. En total, 600.000 fallecimientos anuales en el continente europeo que suponen un coste de 1,4 billones de euros, cifra equivalente a la décima parte del Producto Interior Bruto (PIB) de la región en 2013. En España, teniendo en cuenta los datos, entre 2010 y 2012, la carga económica asciende a unos 38.000 millones de euros, lo que representa el 2,8% del PIB. Según la Agencia Europea de Medio ambiente (AEMA), España registra unas 27.000 muerte anuales por contaminación del aire. 
En definitiva, uno de cada cuatro europeos cae enfermo o fallece de forma prematura como consecuencia de la contaminación ambiental. En todo el mundo, las estimaciones de mortalidad alcanzaron en 2012 unos siete millones de personas, el doble de las estimaciones anteriores.