La recta final de la Cumbre del Clima ha comenzado. Faltaba apenas una hora para que la presidencia francesa, con su ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, a la cabeza, presentase la primera propuesta de acuerdo internacional para frenar el cambio climático nacida del trabajo diplomático que se lleva realizando desde el pasado día 30 de noviembre en la sede parisina de Le Bourget y todas las miradas estaban puestas en el secretario de Estado norteamericano, John Kerry. El mandatario podía dar algunas de las claves de lo que podría ser el texto que estaba apunto de ser publicado.
Y de alguna forma así fue. "No tenemos excusa alguna y por eso tenemos que actuar en las próximas 48 horas. Tenemos que dejar el trabajo hecho en París", aseguró Kerry. Pero también lanzó algunos dardos contra quienes se oponen a un acuerdo ambicioso. "Hay gente que cree que la subida del mar no es importante porque acabará rebosando por los bordes de la Tierra plana", dijo irónicamente en alusión a los negacionistas, entre los que se encuentra el propio senador de EEUU responsable de los asuntos medioambientales, James Inhofe. "Pero, después de haber estado con algunos de los jefes de Estado de los pequeños países insulares del Pacífico, les digo: esto no es un asunto de dinero o de creer o no creer, es un problema de vida o muerte", sentenció Kerry.
Minutos después del discurso del mandatario de EEUU llamando a la acción ambiciosa y anunciando medidas concretas -económicas- para apoyar las energías renovables y la ayuda para la mitigación del cambio climático, el primer documento de París estaba encima de la mesa de todos los delegados, negociadores y periodistas presentes en la sede de la cumbre.
Ha habido poco tiempo para hacer valoraciones en profundidad, pero el texto apunta ya hacia un acuerdo que cuente con el apoyo de los 185 países que han presentado compromisos de reducción de emisiones concretos -sólo faltan 10, algunos países de la alianza Bolivariana y estados en conflicto como Afganistán, Siria, Libia o Corea del Norte-. "Eso es importante porque esos 185 países suponen más del 95% de las emisiones de gases de efecto invernadero", ha explicado en París la ministra española de Medio Ambiente, Isabel García Tejerina.
Pero lo cierto es que aunque el texto ha avanzado hacia una redacción mucho más concreta -y se han limpiado muchos de los corchetes que impedían la lectura-, aún quedan pendientes los grandes asuntos.
Quizá el primero tenga que ver con el grado de ambición que tendrá el acuerdo que salga de esta Cumbre del Clima. El texto incluye tres posibles opciones que contemplan objetivos para limitar el aumento de temperatura global en 2100 entre 2ºC y 1,5ºC. Pero al mismo tiempo se ha eliminado el concepto de descarbonización de la economía y se ha cambiado por conceptos como "emisiones netas cero" o "neutralidad de carbono". Para muchos, esta redacción lleva la huella dactilar de los países productores de petróleo como Arabia Saudí o Venezuela, ya que permitiría seguir apostando por los combustibles fósiles si al mismo tiempo se desarrollan grandes mecanismos de captura de carbono y se potencias los sumideros.
Otro de los asuntos importantes que no consta en este primer borrador propuesto por la presidencia francesa es una referencia concreta a la reducción de la aviación y el transporte marítimo, que suponen un 5% de las emisiones globales. "Además, ha desaparecido el concepto de desinversión en energías fósiles, algo que nos parece esencial para alcanzar los objetivos más ambiciosos", explica Florent Marcellesi, eurodiputado de Equo como representante de los Verdes europeos.
Quizá los plazos entran también dentro de los asuntos polémicos. Durante las primeras jornadas de negociación, desde la Unión Europea se ha apostado muy fuerte por la transparencia y la rendición de cuentas en cuanto al cumplimiento de los compromisos concretos de cada país, algo a lo que se opone China y que está siendo uno de los grandes caballos de batalla de la negociación. Pero la UE insistía en ello y en que se realizasen revisiones de los objetivos cada 5 años empezando desde el año 2018, antes de la entrada en vigor del acuerdo que salga de París.
No obstante, el texto del acuerdo sólo contempla dos fechas para el comienzo de la primera revisión: los años 2023 y 2024, aunque la parte final, llamada de decisión, sí mantiene la puerta abierta a que los controles de los compromisos nacionales se comiencen a revisar en 2018 o 2019. En términos generales da la sensación de que la gran ambición con la que acudía la UE a esta reunión se ve dificultada por las reclamaciones de quienes están poniendo mayores problemas, sobre todo en aspectos clave como el nivel de ambición del tratado, la diferenciación de los esfuerzos que debe asumir cada país y, como no, la financiación para los países en vías de desarrollo.
"La UE sabía que no iba a tener todo lo que reclamaba, eso hubiera sido la primera vez que sucede en la historia de las negociaciones internacionales", ha asegurado la ministra. A pesar de la propuesta, que volverá a ser revisada mañana, la frase más repetida entre las distintas delegaciones es: "Eso está sin decidir".