El comportamiento de nuestras células está determinado por una
combinación de la actividad de sus genes con las reacciones químicas
necesarias para mantenerlas, lo que se conoce como metabolismo. Este
último funciona en dos direcciones: la descomposición de moléculas para
proporcionarle energía al cuerpo, y la producción de compuestos que
necesitan las células.
Conocer el genoma (el “plano” completo del ADN de un organismo) puede
proporcionar una cantidad sustancial de información sobre el aspecto
que tendrá un organismo en particular. Sin embargo, esto no nos da la
imagen completa. Los genes pueden ser regulados por otros genes o
regiones de ADN, o por modificadores epigenéticos, pequeñas moléculas
ubicadas en puntos clave del ADN que actúan como interruptores que
activan y desactivan genes.
Estudios previos han sugerido que podría existir otro actor en la
regulación genética: la red metabólica, las reacciones bioquímicas que
suceden dentro de un organismo. Estas reacciones dependen principalmente
de los nutrientes que tiene disponibles una célula (los azúcares, los
aminoácidos, los ácidos grasos y las vitaminas, obtenibles de la comida
que tomamos).
Para examinar la escala a la que esto sucede, un equipo internacional
de investigadores, liderado por Markus Ralser de la Universidad de
Cambridge en el Reino Unido, abordó el papel del metabolismo en la
funcionalidad más básica de una célula. Lo hicieron usando células de
levadura. Esta es un modelo de organismo ideal para experimentos a gran
escala, ya que es mucho más sencillo de manipular que los modelos
animales, y en cambio muchos de sus genes importantes y mecanismos
celulares fundamentales son los mismos o muy parecidos a aquellos que
hay en animales y humanos.
Los resultados del estudio indican que casi todos nuestros genes
pueden verse influidos por la comida que consumimos. La actividad de
nuestros genes influye en nuestro metabolismo, pero también ocurre en
sentido inverso y por tanto los nutrientes que reciben las células
influyen en nuestros genes.
En muchos casos, los efectos vistos en los experimentos eran tan
intensos que cambiar un perfil metabólico de una célula podía hacer que
algunos de sus genes se comportasen de una manera completamente
distinta.
La visión clásica es que los genes controlan cómo los nutrientes se
descomponen en sustancias, pero la nueva investigación indica que
también se dá el caso inverso: cómo se descomponen los nutrientes afecta
a cómo se comportan nuestros genes.
Lo descubierto podría tener repercusiones muy amplias, incluyendo cómo nuestro cuerpo reacciona ante ciertos fármacos.
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