
«Los resultados muestran que hay una asociación entre la occidentalización y la pérdida de diversidad en nuestro microbioma intestinal y de piel», señala Domínguez-Bello. Pero, por otro lado, «también hay una relación entre la occidentalización y un aumento de riesgo de enfermedades asociadas con el sistema inmune (asma, alergias, enfermedad celíaca, diabetes tipo1), y nosotros pensamos que ambas asociaciones pueden estar relacionadas». En este sentido, afirma Oscar Noya Alarcón, del Centro Amazónico de Investigación y Control de Enfermedades Tropicales de Puerto Ayacucho (Venezuela), que «el microbioma predominante en la cultura occidental es menos eficiente por su disminución en su diversidad. Y aunque queda mucho por avanzar, creemos que la pérdida de diversidad de estos microorganismos altera muchos de los mecanismos fisiológicos metabólicos de los individuos y que esto pudiera conducir a enfermedades crónicas».
Los Yanomami son habitantes del Amazonas que mantienen un estilo de vida seminómada como cazadores-recolectores similar a lo que han hecho durante miles de año. En el 2008, un helicóptero militar divisó una aldea de Yanomami nunca antes identificada. Al cabo de un año, una misión médica llegó al poblado y obtuvo muestras de material fecal, cutáneo y bucal de 34 personas (de entre 4 y 50 años de edad). Los investigadores secuenciaron y analizaron el ADN microbiano y encontraron una diversidad bacteriana considerablemente mayor, no solo en comparación con un grupo de sujetos de origen estadounidense, sino con muestras de dos grupos que no provinieron del Occidente pero con exposición limitada a las prácticas occidentales.
Además, algunas de las bacterias presentes a un nivel mayor en los Yanomami han demostrado tener efectos beneficiosos para la salud, como prevenir la formación de cálculos renales. Y, a pesar de no haber tenido ninguna exposición documentada a antibióticos comerciales, las muestras de materia fecal de los Yanomami contenían E. coli con genes funcionales resistentes a los antibióticos, incluidos aquellos que confieren resistencia a medicamentos sintéticos. Domínguez-Bello sugiere que esos genes se pudieron haber originado de un intercambio entre la microbiota humana y las bacterias en la tierra, donde se encuentran genes resistentes a los antibióticos.
Aunque las implicaciones en salud de este trabajo están por definirse, en declaraciones a ABC, Noya, el único de los investigadores que visitó la aldea, explica que el paso siguiente «es conocer cuáles son las funciones de toda esa masa de bacterias que tienen y qué beneficios poseen». Y es posible que, un futuro «nosotros tengamos que restablecer parte de ese microbioma que hemos perdido».Pero ¿sería posible recuperar un microbioma más eficiente o completo como el de los indios Yanomami? La restauración será posible, confirma a ABC Domínguez-Bello, «cuando sepamos qué restaurar». Los Estados, continúa, deben invertir más en investigaciones que permitan entender la función de lo que hemos perdido y determinar si al tenerlas se disminuye el riesgo de las enfermedades típicas del mundo desarrollado. «Únicamente entendiendo bien cuáles son las funciones que necesitamos para el normal funcionamiento del sistema inmune podremos diseñar buenos probióticos humanos».
Lo mismo piensa Noya: «yo creo que sí sería posible restablecer parte de ese microbioma». Recordemos, apunta, que este microbioma puede estar compuesto por hongos, virus, parásitos y bacterias y ya «existen terapias en donde te incorporan parásitos intestinales al sistema digestivo para inmunomodular al paciente». Nosotros creemos que en el futuro se podrán administrar «tratamientos de reincorporación o reestablecimiento de algunos microorganismos que cumplirían funciones importantes en los procesos metabólicos humanos». Pero todavía, reconoce, falta investigar cuáles son las funciones de cada uno de esos microorganismos que están presentes en el microbioma Yanomami.
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