miércoles, 19 de noviembre de 2014

La sonda Philae encontró moléculas orgánicas antes de entrar en hibernación

Primera imagen captada por Philae del cometa HANDOUT
El instrumental científico de la sonda Philae de la misión Rosetta ha encontrado compuestos orgánicos en la superficie del cometa 67P Churyumov-Gerasimenko. Los ha detectado el experimento COSAC, un sensor capaz de olfatear la sutil atmósfera de esta roca helada y determinar qué clase de moléculas la forman. Según confirmaron investigadores de la agencia espacial alemana al diario estadounidense Wall Street Journal, han identificado moléculas orgánicas, los bloques fundamentales de la vida. Todavía trabajan para interpretar los resultados y determinar su alcance.
Las moléculas orgánicas son aquellas formadas, cuando menos, por átomos de carbono e hidrógeno. La interrelación entre estos dos elementos permite crear compuestos grandes, complejos, especializados y estables que incorporan otras muchas sustancias elementales. Son la pieza clave de la vida. Ahora, la sonda Philae ha entregado la primera evidencia recogida in situ de que estos compuestos se encuentran también en los cometas -aunque ya había evidencias indirectas gracias a misiones anteriores-.
Una de las hipótesis que tratan de explicar cómo pudo surgir la vida en la Tierra defiende que las primeras moléculas orgánicas llegaron del espacio a base de impactos de meteoritos y cometas contra el planeta primigenio. Ya en la superficie del planeta, estas se habrían combinado y habrían creado moléculas capaces de replicarse. Es posible que incluso el agua llegase de esa forma -los cometas son grandes bloques compuestos por hielo y polvo-. El reciente descubrimiento de la sonda Philae da nuevas alas a esta teoría, que todavía no es más que eso.
No fue su único hallazgo. El módulo de Rosetta también encontró en la superficie del cometa 67P/ Churyumov-Gerasimenko un material muy duro con una temperatura de 170 grados centígrados bajo cero, probablemente rico en hielo. «Esto es una sorpresa que no esperábamos encontrar, hielo con tal dureza debajo de la superficie», ha explicado Tilman Spohn, del Centro Aeroespacial Alemán (DLR), investigador principal para el instrumento MUPUS de Philae, uno de los diez emplazados a bordo del aterrizador.
Durante la noche del 13 al 14 noviembre de 2014, cuando la sonda Philae aún tenía baterias para funcionar, el instrumento MUPUS se desplegó desde del módulo de aterrizaje para taladrar alrededor de 40 centímetros en la superficie del cometa. Esto no tuvo éxito, aunque se incrementó gradualmente la energía hasta el nivel más alto disponible. «El uso de mediciones comparativas realizadas en el laboratorio indica que el taladro había encontrado una capa dura como el hielo bajo una gruesa capa de 10 a 20 centímetro de polvo», ha apuntado Spohn. El sensor de infrarrojos incorporado en el instrumento encontró que la capa de recubrimiento de polvo tenía baja inercia térmica. «El equipo que cree bajo la capa de polvo muy porosa, hay hielo», ha indicado el investigador. Este hielo contiene polvo y podría incluso ser bastante poroso, pero habiendo sido sometido sinterización térmica a lo largo de siglos a millones de años, sus ingredientes han quedado fusionados por repetidos cambios de temperatura.
En cuanto al destino final de la sonda Philae es probable que por lo menos esté a un kilómetro de distancia de la posición de destino, probablemente en frente de una pared compuesta de hielo. A pesar de accidentado aterrizaje, el equipo de control pudo trabajar de forma fiable en los 10 instrumentos a bordo del módulo de aterrizaje y obtener datos. «Estamos muy contentos de que había muchas mediciones y pueden ser usadas actualmente en el proceso de análisis de los datos», dice Spohn.
La sonda Philae no tuvo un placentero viaje durante su descenso al cometa 67P el pasado 12 de noviembre, tras una década de viaje espacial dentro de Rosetta. Tras siete horas de aproximación rebotó dos veces en su superficie -la primera hasta un kilómetro de altura- antes de quedarse atascada, medio tumbada y solo con dos patas fijada a la superficie, a los pies de un acantilado. En esta posición, sus paneles solares apenas reciben la energía necesaria del sol para recargar sus baterías
Tras 57 horas de frenéticas operaciones científicas, la sonda Philae envió toda la información obtenida a Rosetta y entró en modo de hibernación. Unos momentos antes los investigadores lograron desplazarla un poco, de forma que esperan que, en seis o siete meses, le llegue suficiente luz como para reactivarla y seguir la misión.
 

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