jueves, 13 de noviembre de 2014

La Tierra sin nosotros

"Era el planeta perfecto, nos va a costar encontrar otro parecido"...
     El piloto Cooper observa con asombro la Tierra según se aleja en la nave "Endurance". La especie humana ha acabado devastando el paraíso  y aquí ya no hay quien viva. El hambre y las tormentas de polvo son el pan de cada día. Urge buscar otro planeta habitable y hay ya tres que despuntan en el horizonte en otras galaxias: Miller, Edmunds y Mann. Hasta ellos se puede llegar a través de un "agujero de gusano", un insólito pliegue del espacio-tiempo descubierto a la altura de Saturno.
    "El fin de la Tierra no es el fin de la humanidad"...
     Ése el mensaje de fondo de "Interstellar", cuyo estreno ha coincidido casualmente con la fiebre espacial desatada por la nave Rosetta de la ESA y por el robot Philae, al encuentro del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko. En la película, situada en un futuro apremiante y cercano, también hay por cierto un novedoso robot que ha acaparado la atención mundial: TARS.
     Pero la cuestión de fondo en "Insterstellar" es la lucha por la supervivencia de la especie humana, que a esas alturas ha causado ya un daño irreversible al planeta. En medio del pandemónium, la NASA funciona en total secreto. Los políticos han cedido a las presiones de la gente para que se cancele el "programa espacial" y se concentren todos los esfuerzos en "salvar la Tierra". Demasiado tarde.
    La película de Christopher Nolan tiene sin duda sus méritos y pone sobre la mesa un interesante debate... "Los humanos no somos buenos "cuidadores", sino más bien exploradores y pioneros", asegura el piloto-granjero Cooper, que se enfrenta de una manera muy personal al dilema: "¿Qué planeta estamos dejando a nuestos hijos? ¿Acaso no será la suya la última generación sobre la faz de la Tierra?".
     Y ahora vamos a dejar a Cooper/Matthew McConoughey, a la busca de planetas imposibles, y vamos a dar la vuelta a todos estos argumentos. Como si atravesáramos otro ficticio "agujero de gusano", hágamos otro ejercicio de imaginación: la Tierra sin el hombre...
    ¿Cuánto tiempo tardaría el planeta en recuperar el equilibrio?¿Qué quedaría como vestigio de nuestro paso por el planeta? ¿Quién intentaría ocupar nuestra posición dominante?
    A todos estos enigmas intentó responder Alan Weisman en un libro imperecedero como pocos: "El mundo sin nosotros". En vez de explorar los efectos apocalípticos de la acción humana y del cambio climático, Weisman especula con una desaparición repentina de nuestra especie, de una día para otro, y se asoma a ese futuro poshumano con un ojo analítico, poco proclive al drama al estilo Hollywood.
       En ausencia de la especie humana, habría que esperar milenios para que la naturaleza recuperara "la pureza preindustrial". Los océanos harían una cura rápida de 1.000 años en cuanto dejáramos de quemar combustibles fósiles. Pero el planeta, advierte Weisman, tardaría la friolera de 100.000 años "en volver a los niveles prehumanos de dióxido de carbono".
      Despobladas las ciudades y abandonadas las granjas (las vacas y los animales domésticos acabarían corriendo nuestra misma suerte), los árboles reclamarían su espacio en bastante menos tiempo, posiblemente unos 500 años. Los desastres ecológicos serían inevitables tras nuestra marcha, y no sólo como consecuencia del cambio climático que hemos puesto en marcha...
       El legado más caliente del ser humano sería el de las centrales nucleares. Según Weisman, el destino seguro de las 441 plantas nucleares existentes sería el sobrecalentamiento. Unas se incendiarían, otras se fundirían. La naturaleza emplearía también varios siglos en limpiar estragos como los causados por la industria petrolera en las plataformas y en las refinerías del Golfo de México. La plaga de los plásticos tendrían muy ocupados a los mares, "pero eventualmente los microbios encontrarían la manera de destruirlos", afirma Weisman.
     Como el piloto Cooper cuando se alejaba en la nave Endurance, Weisman imagina desde el espacio la Tierra despoblada y se cuestiona con nostalgia, sopesando todo el poder creativo y destructivo de la especie humana: "¿Es posible que, en vez de suspirar con gran alivio biológico, el mundo sin nosotros nos acabara echando de menos?"

Vía: http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/por-amor-al-aire/2014/11/12/la-tierra-sin-nosotros.html

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