El robot Philae ha pasado ya sus primeras 24 horas en el cometa 67P/Churyumov Gerasimenko, donde aterrizó el miércoles tras un viaje de diez años a bordo de la nave Rosetta y después de un emocionante descenso de siete horas. El robot se puso manos a la obra en cuanto llegó al cometa, pero el lugar en el que se encuentra ahora, que no es el que habían elegido los investigadores, está dificultando su misión científica porque no le está proporcionando luz suficiente para recargar sus baterías solares.
El robot, que se encuentra «estable» y enviando «gran cantidad de fantásticos datos», según los responsables de la misión, debería haberse quedado anclado en el primer punto en el que se posó. Sin embargo, al no desplegarse los arpones que le hubieran sujetado, dio varios saltos, de modo que fue desplazándose.
Según los datos recabados por los instrumentos, se posó en tres lugares distintos, a las 16:33, 18:26 y 18:33 horas respectivamente. Por ello, aunque desde un punto de vista operativo está funcionando adecuadamente, existe preocupación por la misión del robot a largo plazo.
Contentos, aunque visiblemente cansados porque pasaron la noche analizando los datos para intentar determinar el lugar exacto en el que está el robot y averiguar por qué no se activaron los arpones, los científicos de la Agencia Espacial Europea (ESA) volvieron a comparecer este jueves para explicar tanto los contratiempos que están surgiendo como los logros.
«Ayer dijimos que habíamos aterrizado dos veces. En realidad fueron tres», volvió a bromear Stephan Ulamec, jefe del robot Philae, que admitió que aún no saben la razón por la que los arpones no se desplegaron. En el momento del aterrizaje, el robot viajaba a una velocidad de un metro por segundo.
Las comunicaciones entre el robot y la sonda funcionan bien, sus instrumentos trabajan y transmiten datos correctamente y, a pesar de que no está anclado a la superficie, Philae parece estable, en un punto que se cree que está a un kilómetro de distancia del lugar inicial del aterrizaje. Sin embargo, los científicos afirmaron que no saben dónde se encuentra exactamente.
El principal problema de la nueva ubicación es que demasiado oscura, por lo que no puede alimentar los paneles solares con los que recargaría sus pilas solares, que son las que tendrá que usar una vez se agote la batería primaria de litio con la que hizo las maniobras de separación de la nave Rosetta y los primeros experimentos. Esa batería primaria le durará 60 horas.
El plan era que cargara sus paneles solares para poder trabajar durante unos tres meses, desde un mismo emplazamiento, al que se habría quedado anclado con los arpones. Las seis horas de luz diaria que recibiría en el punto Agilkia (el elegido para el aterrizaje) fue uno de los factores decisivos para que los científicos lo seleccionaran entre la decena de lugares que barajaron. En el nuevo emplazamiento, se cree que recibe poco más de una hora de luz, un tiempo insuficiente para la recarga.
Si el robot se quedará sin energía y se apagara, sería un apagón temporal que no supondría la muerte de la misión. Según explicaron los científicos, cabría la posibilidad de que a medida que el cometa fuera aproximándose al Sol, sus baterías fueran recargándose al recibir más luz y Philae se volviera despertar.
Aunque Ulamec explicó que es técnicamente posible intentar mover el robot a una zona más favorable, de momento descartan hacerlo porque no saben si, dando otro salto, se situaría en un área más adecuada. Además, cree que no tienen tiempo y energía suficiente para planear la estrategia.
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