¿Qué nos hace humanos? Ésta es la pregunta que se hacen investigadores como Tomás Marques-Bonet, quien se ha encargado de dirigir al equipo español que ha participado en la secuenciación del genoma del gibón, publicada este miércoles en la revista Nature. La respuesta a esta pregunta fundamental se intenta descifrar desde hace décadas analizando el ADN de todo tipo de primates, sobre todo de la familia de los simios (monos sin cola), que son los parientes más cercanos del ser humano.
Sin embargo, el genoma del gibón no se había secuenciado todavía. Era el último simio de la cadena,
el más alejado de los humanos, exactamente con 24 millones de años de
diferencia, al contrario que el primero que se secuenció, el chimpancé, del que sólo nos separan cinco millones de años. "El gibón era el último de los simios que quedaba por secuenciar y marca el fin de una era en el campo de la genética comparativa de los primates", declara Marques-Bonet, investigador del Instituto de Biología Evolutiva del CSIC y el Centro Nacional de Análisis Genómicos (CNAG) en Barcelona.
El "curioso" ADN del gibón ha sido descifrado en un proyecto internacional liderado por Lucia Carbone, de la Universidad de Oregón, en el que han participado ocho investigadores de la CNAG en el proceso de secuenciación.
El gibón posee "un 97% de bases idénticas a las del genoma humano", explica Marques-Bonet a este diario. Además, la tendencia al desorden de las células de este simio lo hace particularmente interesante para el estudio de la salud humana, pues "las células tumorales presentan el mismo comportamiento".
A lo largo de su evolución, el gibón ha sufrido un gran número de "reorganizaciones cromosómicas", a diferencia del resto de homínidos. Este proceso consiste en una serie de cambios estructurales en el ADN.
"Los cromosomas son como estructuras hechas de pequeños ladrillos.
Durante la reorganización, una o más piezas se separan del resto para
volver a unirse a la cadena en un lugar u orientación diferente, aunque
también pueden perderse o duplicarse", explica Carbone.
Durante el análisis, los científicos se encontraron con "una tasa de
movimiento muy alta, un genoma totalmente caótico", aclara
Marques-Bonet. Además, según explica, esta inestabilidad había impedido que sus genes se añadan a la comparativa de los primates con los humanos enfocada en encontrar particularidades que nos expliquen las bases genéticas del ser humano.
La reorganización cromosómica es la causa de grandes enfermedades, como el cáncer,
en los humanos. Sin embargo, a los gibones no les ha afectado. "No
sabemos cómo lo han aguantado", señala Marques-Bonet. Sin embargo, este
fenómeno permitirá entender mejor los mecanismos que se encuentran
detrás de estos cambios. "El cáncer también es desorganización genómica.
Por lo tanto, si llegamos a entender el comportamiento del genoma de
estas reorganizaciones en las células del gibón, podríamos tener nuevas
herramientas para entender mejor el funcionamiento de las células tumorales", concluye.
Vía: http://www.elmundo.es/ciencia/2014/09/10/54103331ca47414e178b4586.html
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