El test de Turing está considerado como la prueba de fuego de la inteligencia artificial. Antes de suicidarse en 1954, tras la humillante condena por su homosexualidad,
el padre de las ciencias de la computación (el mismo que descifró el
código de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial) dejó lista la
prueba que serviría para responder a la pregunta del siglo: «¿Puede una
máquina pensar?».
Año tras año, y van ya 60, un grupo de jueces someten a un intenso
bombardeo de preguntas a una serie de cobayas, conectados por ordenador.
Los jueces teclean e intentan hilar una conversación con su
interlocutor invisible. Al final deciden si creen que han estado interaccionando con un ser humano o con una máquina.
Por primera vez desde que Alan Turing
diseñó el test, un programa de ordenador ha logrado convencer a más del
30% de los jueces de que era «genuinamente humano». Se trata de un chatbot (robot programado para charlar online) que obedece al nombre de Eugene Goostman. El programa fue capaz de convencer al 33% de los jueces que participaron en la prueba en la Royal Society
de que estaban chateando con un niño ucraniano de 13 años, respondiendo
a preguntas sobre su infancia en Odessa, revelando su desdén por La guerra de las Galaxias o su pasión por las canciones de Eminem (en especial Stan y The Real Slim Shady).
Vía: http://www.elmundo.es/ciencia/2014/06/09/539589ee268e3e096c8b4584.html
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