La miel, ese condimento delicioso para endulzar alimentos, podría ser de
ayuda para combatir el serio problema de la creciente resistencia de
las bacterias a los antibióticos. De hecho, ya se sabe desde hace tiempo
que la miel posee propiedades antimicrobianas. Los remedios
tradicionales que contenían miel fueron utilizados con bastante éxito en
el tratamiento de heridas por diversas civilizaciones antiguas. En
tiempos modernos, se ha confirmado que la miel posee propiedades
antibacterianas, antifúngicas y antivirales. En los últimos años, crece
el número de estudios que avalan la capacidad de la miel para combatir
infecciones difíciles.
A esta lista se le suma ahora la
investigación llevada a cabo por el equipo de Susan M. Meschwitz, de la
Universidad Salve Regina en Newport, Rhode Island, Estados Unidos, en la
que, entre otras cosas, se ha verificado que la miel tiene propiedades
antioxidantes.
La clave de la capacidad de la miel para combatir
la resistencia bacteriana está en que actúa contra los gérmenes desde
múltiples frentes, haciendo más dificultoso para la bacteria desarrollar
resistencia. La miel, aunque nos resulte un sinónimo de dulzura a los
humanos, es un material muy hostil para las bacterias, comparable a un
arsenal de armas de tipos muy diferentes. Entre estas armas, figuran el
peróxido de hidrógeno, la acidez, el efecto osmótico, la alta
concentración de azúcar y la de polifenoles. Todas estas armas son
capaces de matar bacterias. Por ejemplo, el efecto osmótico, el cual es
el resultado de la alta concentración de azúcar en la miel, absorbe agua
de las células bacterianas, deshidratándolas y matándolas.
Se
sabe además, por investigaciones anteriores, que la miel inhibe la
formación de biopelículas. Éstas son algo así como búnkeres bacterianos
dentro de los cuales las bacterias quedan protegidas de bastantes
agresiones externas.
La miel podría también bloquear el sistema bacteriano de comunicaciones
conocido como detección de quórum, que hace, entre otras cosas, que las
bacterias lancen una infección de manera bastante coordinada.
Saboteadas
desde tantos frentes distintos, las bacterias pierden capacidad de
ataque y de defensa, volviéndose mucho más vulnerables a los
antibióticos convencionales.
Vía: http://noticiasdelaciencia.com/not/10475/usar_miel_contra_la_resistencia_bacteriana/
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