Después de doce años cerrada, la Cueva de Altamira reabre este jueves sus puertas al público. La reapertura es experimental y limitada. Solo cinco personas escogidas aleatoriamente entre los visitantes del
Museo de Altamira accederán a la cavidad cada semana, hasta el próximo
mes de agosto. Entonces, sus puertas volverán a clausurarse y los
científicos analizarán el impacto de la presencia humana en la conservación de unas pinturas realizadas -algunas de ellas- hace al menos 40.000 años.
En total, está previsto que visiten el santuario rupestre 192 personas.
La estancia de cada una de ellas en el interior se prolongará durante
37 minutos. El tiempo de permanencia en cada sala estará regulado y,
antes de entrar, los visitantes serán equipados con monos desechables, gorros y mascarrillas, así como de un calzado especial. Además recibirán instrucciones sobre la forma de proceder en el interior del recinto. No se les permitirá tocar las rocas ni tomar imágenes.
Durante cada visita, el equipo responsable de la conservación de las pinturas controlará la temperatura y humedad del aire y de la roca, la contaminación microbiológica, las aguas de
infiltración, el radón y el CO2 del interior de la cueva; y la
temperatura del aire, del suelo, la humedad, la microbiología, la presión atmosférica y el CO2 del exterior, entre otros indicadores.
En el Programa de Investigación para la
Conservación Preventiva y Régimen de Acceso de la Cueva de Altamira
participan diversas instituciones como el Instituto del Patrimonio
Cultural de España (IPCE), el Instituto de Ciencias del Patrimonio del
Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universidad de
Cantabria, la Universidad del País Vasco, el Museo de Altamira y la
Subdirección General de Museos Estatales del Ministerio de Educación,
Cultura y Deporte, entre otros.
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