Si hay un gen de la obesidad por antonomasia, ése es, sin duda, FTO.
Las mutaciones detectadas en esta región cromosómica son las que más
fuertemente se han asociado con un aumento del riesgo de sobrepeso en
humanos -los portadores de dos copias de las variantes tienen hasta un
70% más de posibilidades de acumular kilos de más-.
Pero, pese a ser uno de los genes mejor conocidos, los mecanismos que le ligan con la báscula seguían siendo una incógnita para la ciencia.
Un grupo de investigadores con participación española ha contribuido ahora a vislumbrar un poco más esa relación. Y sus resultados, que se publican en el último número de la revista Nature, demuestran que su papel es más de inductor que de ejecutor.
En realidad, las mutaciones de FTO están conectadas con otro gen, IRX3, que está localizado en otra zona cromosómica distante y participa en la formación del sistema nervioso, el corazón y los riñones. Según los datos de la nueva investigación, es este último quien, desde el cerebro, tiene un efecto más directo sobre la obesidad.
"Hasta ahora estábamos mirando en el lugar equivocado. Nuestros datos suponen un cambio de perspectiva porque indican que la clave es IRX3", apunta a EL MUNDO José Luis Gómez-Skarmeta, investigador del CSIC en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo y uno de los principales firmantes del trabajo.
Según este experto, hasta ahora se pensaba que las mutaciones identificadas en FTO afectaban a interruptores que encendían o apagaban la expresión de ese mismo gen. La hipótesis estaba reforzada por varios estudios que demuestran que la falta de función de FTO genera ratones delgados y que su potenciación se traduce en ratones obesos.
Sin embargo, a través de distintas técnicas genómicas y usando muestras de 153 indivicuos de origen europeo, su trabajo ha demostrado que, realmente, "las mutaciones ligadas a la obesidad localizadas en FTO afectan a interruptores que controlan la expresión de IRX3 en el cerebro". Como si de un control remoto se tratara.
Los investigadores quisieron comprobar el papel de IRX3 de una forma fehaciente, para lo que realizaron un experimento en ratones. Consiguieron eliminar el gen IRX3 en varios ejemplares, que, pese a llevar la misma dieta rica en grasa y actividad física, resultaron ser significativamente más delgados -un 30% menos- que sus compañeros. Además, tal y como añade Gómez-Skarmeta, estos ratones tenían una mayor proporción de tejido adiposo marrón, lo que se asocia con un mejor perfil metabólico.
En un paso adelante, los científicos también descubrieron que los ratones que presentaban una función alterada de IRX3 en el hipotálamo, una zona del cerebro que regula el gasto de energía o los patrones alimentarios, mostraban un perfil similar a aquellos que carecían por completo de IRX3.
Esto, según sus palabras, demuestra que el citado gen cumple un papel fundamental en la regulación de la masa corporal, lo que refuerza la teoría de que la predisposición genética a la obesidad reside en el cerebro.
El siguiente paso, será identificar de forma precisa "cuál es la guía de control" que opera en la expresión de IRX3 y estudiar qué conjunto de genes dependen también de él. "Tenemos una ventana abierta, ahora tenemos que ir moviéndola hacia arriba y hacia abajo para seguir comprendiendo", subraya.
Pero, pese a ser uno de los genes mejor conocidos, los mecanismos que le ligan con la báscula seguían siendo una incógnita para la ciencia.
Un grupo de investigadores con participación española ha contribuido ahora a vislumbrar un poco más esa relación. Y sus resultados, que se publican en el último número de la revista Nature, demuestran que su papel es más de inductor que de ejecutor.
En realidad, las mutaciones de FTO están conectadas con otro gen, IRX3, que está localizado en otra zona cromosómica distante y participa en la formación del sistema nervioso, el corazón y los riñones. Según los datos de la nueva investigación, es este último quien, desde el cerebro, tiene un efecto más directo sobre la obesidad.
"Hasta ahora estábamos mirando en el lugar equivocado. Nuestros datos suponen un cambio de perspectiva porque indican que la clave es IRX3", apunta a EL MUNDO José Luis Gómez-Skarmeta, investigador del CSIC en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo y uno de los principales firmantes del trabajo.
Según este experto, hasta ahora se pensaba que las mutaciones identificadas en FTO afectaban a interruptores que encendían o apagaban la expresión de ese mismo gen. La hipótesis estaba reforzada por varios estudios que demuestran que la falta de función de FTO genera ratones delgados y que su potenciación se traduce en ratones obesos.
Sin embargo, a través de distintas técnicas genómicas y usando muestras de 153 indivicuos de origen europeo, su trabajo ha demostrado que, realmente, "las mutaciones ligadas a la obesidad localizadas en FTO afectan a interruptores que controlan la expresión de IRX3 en el cerebro". Como si de un control remoto se tratara.
Los investigadores quisieron comprobar el papel de IRX3 de una forma fehaciente, para lo que realizaron un experimento en ratones. Consiguieron eliminar el gen IRX3 en varios ejemplares, que, pese a llevar la misma dieta rica en grasa y actividad física, resultaron ser significativamente más delgados -un 30% menos- que sus compañeros. Además, tal y como añade Gómez-Skarmeta, estos ratones tenían una mayor proporción de tejido adiposo marrón, lo que se asocia con un mejor perfil metabólico.
En un paso adelante, los científicos también descubrieron que los ratones que presentaban una función alterada de IRX3 en el hipotálamo, una zona del cerebro que regula el gasto de energía o los patrones alimentarios, mostraban un perfil similar a aquellos que carecían por completo de IRX3.
Esto, según sus palabras, demuestra que el citado gen cumple un papel fundamental en la regulación de la masa corporal, lo que refuerza la teoría de que la predisposición genética a la obesidad reside en el cerebro.
El siguiente paso, será identificar de forma precisa "cuál es la guía de control" que opera en la expresión de IRX3 y estudiar qué conjunto de genes dependen también de él. "Tenemos una ventana abierta, ahora tenemos que ir moviéndola hacia arriba y hacia abajo para seguir comprendiendo", subraya.
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