Michael Fish, el más popular 'hombre del tiempo' en la historia de la
BBC, tiene una mancha imborrable en su currículo. Las previsiones de la
agencia meteorológica de Reino Unido (MET, en sus siglas en inglés)
fallaron en octubre de 1987 y la tarde del 15 de esa ya mítica jornada
el genial experto dijo a su audiencia: "no se preocupen, no viene un
huracán en nuestra dirección". Esa misma noche azotó una tormenta con
vientos huracanados que provocó una veintena de muertes y destrozos en
todo el país. Aún se recuerda como 'la gran tormenta', la más intensa y destructiva en 300 años. El colosal error sigue siendo una auténtica pesadilla para Fish.
La MET opta desde entonces por la prudencia en sus partes meteorológicos. Ahora se embarca en una aventura galáctica para predecir el tiempo en el espacio con periódica regularidad.
El gobierno ha destinado a la agencia una inyección de 4.6 millones de
libras (unos 5,5 millones de euros), en un periodo de tres años, para la
puesta en marcha de un sistema de predicciones de tormentas y otros
fenómenos solares. Los pronósticos se realizarán diariamente y beneficiarán a las compañías eléctricas y los usuarios de tecnologías punta.
"Las erupciones solares, las tormentas espaciales y el viento solar
pueden afectar a los satélites, GPS, redes energéticas y radio
comunicaciones. Las previsiones del tiempo espacial ayudarán al gobierno
y a los sectores comercial e industrial a tomar medidas para asegurar
la continuidad en el suministro de servicios", señala la MET en un
comunicado difundido ayer. Los partes espaciales se emitirán diariamente
a partir de la primavera de 2014.
Las tormentas solares se producen por la emisión de partículas
altamente energéticas desde la corona o aureola solar. Estas partículas
viajan a millones de kilómetros por hora en distintas direcciones.
Cuando el recorrido apunta hacia la Tierra, el impacto puede demorarse
entre 17 horas y tres días, dando margen a su detección a tiempo para evitar graves interrupciones o destrozos en las redes energéticas y de comunicación.
Ver más: http://www.elmundo.es/ciencia/2013/12/29/52bd77a222601d724c8b457b.html
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