'No se me ocurrió ni por un momento que fuese anorexia',
'eso es cosa de chicas' o 'no me entraba en la cabeza' son algunas de
las frases que reflejan la perplejidad de varios chicos con un trastorno
alimenticio. En el imaginario popular ha calado tanto la idea de que
problemas como la anorexia y la bulimia son 'cosa de chicas' que a
menudo los varones con este diagnóstico no acuden en busca de ayuda
hasta que la enfermedad está ya muy avanzada.
Un trabajo publicado esta semana en la revista British Medical Journal admite
que los trastornos de la alimentación en el caso de los varones han
sido mucho menos estudiados que en el caso de las mujeres, pese a que
ellos no son inmunes a padecerlos.
Un buen ejemplo de esa laguna en la investigación son los
propios datos de incidencia. Como explica el doctor Adrián Cano, del
departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Clínica
Universidad de Navarra, es cierto que no se han hecho estudios serios
sobre el número de varones afectados, "aunque es cierto que estamos asistiendo a un aumento".
A su juicio, probablemente, la cifra que se daba habitualmente de un
chico por cada 10 mujeres se quede corta, "pero tampoco estemos aún en
el 25% que indican otras fuentes, sino más bien en algún punto
intermedio entre ambas estadísticas".
Para conocer las percepciones de los propios afectados y qué
factores retrasan la búsqueda de ayuda, Ulla Räisänen y Kate Hunt, de
las universidades de Oxford y Glasgow (Reino Unido), llevaron a cabo una
serie de entrevistas cualitativas a 10 varones con edades comprendidas entre los 16 y los 25 años y que formaban parte de una muestra más amplia de 39 pacientes (el resto, mujeres) con trastornos de la alimentación.
En la mayoría de los casos, los jóvenes tardaron meses,
incluso años, en darse cuenta de que algunos de sus comportamientos no
eran normales. Días sin comer, obsesión con el recuento de calorías,
vómitos después de una comida un poco más copiosa de lo habitual,
obsesión por el ejercicio físico... A pesar de que algunos de ellos
llegaron incluso a autolesionarse, una vez confrontados con su problema de alimentación, la mayoría de ellos seguía sosteniendo que "eso es cosa de chicas".
Como ocurre también en el caso de las mujeres, todos ellos
escondían sus obsesiones a su entorno cercano (incluida familia, pareja y
amigos) y en algunos casos fue necesario un suceso traumático, con
ingreso en Urgencias, para ponerles frente a lo que estaban sufriendo. "Es habitual que cuando se diagnostica a un varón se produzca mucha perplejidad",
admite el doctor Cano, porque en el caso de los hombres también se
tienden a ocultar las costumbres contra la comida al entorno.
Otro de los problemas que surgió durante las conversaciones
con los entrevistadores es su desconfianza del sistema sanitario por
"temor a no ser tomados en serio" o "por no saber dónde buscar ayuda".
De hecho, una primera mala experiencia con un especialista, por ejemplo
su médico de cabecera, podía retrasar que volviesen a pedir ayuda. El
doctor Cano no cree que el problema sea el desconocimiento en Atención
Primaria, pero sí admite que el prototipo masculino suele quedar exento
del reconocimiento prematuro y es habitual que en los chicos el
diagnóstico se retrase.
"Los hombres con trastornos alimenticios están
infradiagnosticados, infratratados e infrainvestigados", sostienen los
autores, que atribuyen en parte este problema a la insistencia en
atribuir el problema (mediática y culturalmente) como algo exclusivo de
mujeres. Un idea que también, critican, parece haber calado en los
clínicos, a quienes recuerdan que el diagnóstico precoz es imperativo para tratar cuanto antes estas enfermedades y minimizar en lo posible sus secuelas.
Algunos autores explican que entre los varones la
bulimia es más frecuente que la anorexia ("porque está más relacionada
con la personalidad impulsiva y ése es un rasgo que se da más en
varones", añade Cano) y no es extraño que la edad de inicio sea algo más tardía que en las chicas (18-26
años frente a 15-18 en el caso de ellas). Precisamente, Moleiro
coincide con sus colegas británicas en que el 'no reconocimiento' de la
enfermedad junto a la exclusión de los varones de los estudios por su
aparente bajo número de casos tienen que ver con ese retraso en el
diagnóstico que a menudo se asocia con una enfermedad más severa.
Vía: http://www.elmundo.es/salud/2014/04/09/534432f422601def5b8b4585.html
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