Michael Smith, estudiante graduado en la Universidad de Cornell que investiga el comportamiento y la evolución de las abejas, sufrió un día que llevaba pantalones cortos la desagradable experiencia de recibir el picotazo de una de ellas en los testículos. Sorprendentemente,
el joven no sintió tanto dolor como era de esperar, así que se le
ocurrió pensar cuáles serían las partes del cuerpo en las que estas
picaduras son más insoportables. Como vio que no existía ninguna
literatura científica al respecto -sí hay una lista de las picaduras de
insectos más potentes, pero no especifica la parte del cuerpo más
sensible-, decidió crearla con un único sujeto de experimentación: él
mismo.
Según explican en la web de National Geographic,
Smith recogió una serie de abejas por sus alas y las presionó contra la
parte de su cuerpo elegida. Dejó el aguijón durante un minuto completo
antes de eliminarlo y valoró el dolor en una escala del 1 al 10. Aunque
el dolor es subjetivo y muy difícil de medir, las escalas numéricas
suelen dar resultados bastante aceptables.
El valiente Smith se administró cinco picaduras al día,
siempre entre las nueve y las diez de la mañana, y siempre partiendo y
terminando con «picaduras de prueba» en su antebrazo para calibrar las
calificaciones. Se mantuvo así durante 38 días y probó 25 partes del cuerpo diferentes. En ocasiones tuvo que utilizar un espejo para ver lo que estaba haciendo... como, por ejemplo, en las nalgas.
Según Smith, los lugares menos dolorosos fueron el cráneo,
la parte superior del brazo y la punta del dedo medio (de 2 a 3). Los
sitios más dolorosos, el eje del pene (7,3 ), el labio superior (8,7) y las ventanas de la nariz (9), que, según el investigador, es aún peor que el dolor de los genitales.
Aunque podríamos esperar que los lugares más dolorosos para
recibir un picotazo son los sitios que tienen la piel más delgada o que
son atendidos por más neuronas sensoriales, ninguno de esos factores
explica claramente los resultados. Por ejemplo, la palma, con su gruesa
piel, duele mucho más que el brazo o el cráneo, de piel fina. Y el
labio superior dolió mucho más que el dedo medio, a pesar de que ambos
son atendidos por un número similar de neuronas, explican en National Geographic.
Smith sabe que su anatomía del dolor no se puede
generalizar a todas las demás personas, pero cree que, seguramente,
sería muy similar a las conclusiones de su estudio.
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